Escuchaba el canto de los pájaros, mientras pensaba en su amada, el olor de ella todavía permanecía en su piel, todo ello le recordaba la noche pasada, era la mejor que había pasado en su vida. Descubrir como se sentía ella, le provocaba un grato y reconfortante calor, era el sentimiento más profundo por él conocido. Al girarse vio la larga y espesa melena rubia que resbalaba por su espalda, notó que un escalofrío recorría su cuerpo, era su amor lo que le hacía sentir así. ¡Era tan bella! Le gustaba observarla cuando dormía. Cada día que pasaba crecía su amor por ella, era tal la felicidad, que no podía hacer otra cosa, por un momento, creyó haberla despertado con sus pensamientos, no quería que aquella sensación se terminará nunca. Sin abrir los ojos, ella se desperezaba alargando sus brazos y estirando las piernas con aquel gesto infantil que tanto le gustaba. Poco a poco fue mostrando el brillo de sus ojos y mientras la observaba, ella sonreía... Los recuerdos de los pocos días que llevaban juntos, se agolpaban en su mente, se imaginaba con ella abrazado, haciendo el amor, besándose, cayendo ambos en el lecho, para una vez más disfrutar, de aquel placer, embriagador. La luz del día aumentaba. Dejando ver a través de la ventana los primeros rayos de sol. Uno de ellos, tal vez el más osado, le acariciaba el rostro. Dulcemente adormilada, ajena a los pensamientos de él, se desperezaba, con aquel atrevido rayo que seguía acariciando su cabello. Su cuerpo desnudo, encima de las rojas sábanas, hacia resaltar aún más su bella figura, perfecta en las curvas, suave en las formas, era lo más bello que había visto en su vida. Aquella mujer le tenía enloquecido, en pocos días había conseguido lo que nadie hasta ahora, era feliz.
Mientras, el sol que se había despertado, iluminaba toda la habitación. El cielo suave y limpio presagiaba un día cuando menos feliz, por fin empezaba a disfrutar, de todo lo bello que tiene la vida, momentos antes, el haber contemplado aquel amanecer, le llenaba de energía, una alegría extraña, que salía de dentro reventando todos los poros de su piel. La brisa inundó , con su aroma fresco y aquel sabor salado, todos sus sentidos. No existe -pensó- forma de expresar esto con palabras hay que sentirlo. Todo había cambiado tan deprisa que no pudo darse cuenta hasta ese momento, estaba en paz consigo mismo, todo lo que eran problemas parecían diluirse con la presencia, de aquella, que él consideraba su hada, siempre buscó eso, y por fin lo tenía junto a él...