Hiero mi pecho con la estaca de tu ausencia; Y me desvanezco en partículas de olvido a través de esta explosión de bohemia...
Estoy pensando en renunciar a sentirme intérprete de las cosas, cuando la tarde en su premura se viste de pompas que me despedaza el corazón con su manchón de ocres y caigo al vacío en mitades que se alejan.
Ya la intriga está inscripta en la corteza de un árbol y los tilos adormecen la plaza y su algarabia y en el banco, solitario y tristemente, escribo estos versos que tal vez tú nunca leas.
Miro las cadenas que me atan a este banco y soy tan sólo porfía y herrumbre; me duele el silencio de la plaza y en el estático banco percibo la nube del miedo a parir un vástago que no es mío Lo asumo verdaderamente.
Sin embargo, es mío este silencio y esta rabia es bien humana y sé que este llanto que hoy me duele se acabará con el correr de los años con los atardeceres del otoño y las sonrisas del verano y lleve el niño un nombre diferente al que yo soñe para mi hijo.
Será así por este amor que me ata a su madre que llevará por gracia mi apellido.